lunes, 8 de diciembre de 2008

“Shine a light”: vivir con la lengua afuera

Estreno en DVD: Scorsese registra como nadie la intensidad escénica de los “Stones”

Por Diego Sebastián Maga

Es gracioso ver el comienzo de la película. Allí se reproducen las negociaciones para definir la estética y contenidos del show. De un lado, un obsesivo compulsivo como Martin Scorsese y del otro, los abuelos más temibles del la historia del rock.

Scorsese desespera un mes antes porque los “chicos malos” le entreguen la lista de temas que van a tocar y estos “atorrantes” lo ignoran a las carcajadas. A miles de kilómetros del búnker del cineasta, Jagger le confiesa en secreto a una cámara que lo sigue por su casa: “Martin se va a enterar de las canciones recién cuando las toquemos” (algo que no le confiesa ni remotamente cuando el director lo llama por teléfono para acordar la forma del escenario).
Una hora antes del célebre recital en Nueva York, Scorsese se impacienta en el teatro y exige algo alterado a sus asistentes “¡por favor, al menos que me den los 10 primeros temas!... ¡Los necesito para filmar los solos de guitarra!”. En la cuenta regresiva, suplica a quien lo escuche “¡me conformo con saber con que canción abren!” Las luces se encienden, la predicción de Jagger se cumple, Scorsese sigue con su hoja de apuntes en blanco, se resigna y reflexiona sonriendo: “esto es rock & roll”.
De allí en más, Scorsese desaparece por completo de la escena y “sus majestades satánicas” pasan a ser los únicos protagonistas de esta adrenalínica historia (filmada en el 2006) que se llama “Shine a light”. El resultado de esta reunión cumbre es uno de los mejores cruces entre cine y rock de la historia…
La filmación es deslumbrante, Scorsese consigue que su equipo técnico no pierda de vista la clásica dinámica visual montada por los “Rolling Stones”. Cabe recordar que “Scorsese” no es un novato en documentar la vida y obra de los artistas de rock. Él se ocupó del montaje del “Festival Woodstock” (documental producido en 1969 que ganó el Oscar en 1970) y llevó al cine dos producciones que documentan la carrera de “The Band” y Bob Dylan.
El “Beacon Theatre” neoyorquino, desborda en mística “Stone”. Y, qué quieren que les diga, verlos en acción y con semejante carga de energía tira abajo la popular convicción de que la alimentación naturista, la abolición de los vicios y los organismos limpios son la única alternativa para alcanzar una “larga vida”. Si estos muchachos siguieron la opción inversa (y –por cierto- más tentadora) y acumularon más de seis décadas de existencia, hay que revisar el “manual de buenas costumbres”.
Las luces se encienden y el público delira. La escenografía es austera. Es que estos “nonos” temibles no necesitan demasiado “color” para cubrir el campo visual. La ambientación lumínica provoca los climas justos, sin demasiadas estridencias y el resto es carisma escénico, autosuficiencia musical, unos pocos invitados (se destaca el incendiario blues interpretado junto al gran Buddy Guy y el sutil apriete de Jagger a la diosa pop, Cristina Aguilera... ¡grande Mick!) y un repertorio hecho de joyitas perdidas y clásicos indestructibles. ¡¿Acaso, alguien puede pedirles más?!
Jagger demuestra que no hay otro tipo más desenvuelto que él sobre un escenario. Salta, corre, baila, mueve las manos, se comunica sin inhibiciones con la gente. Cualquier ser que intente llevar adelante un despliegue físico así termina internado y con suero. Mick está eléctrico, con gracia y la misma energía demoledora de cuando era “pendex”. En uno de los tramos documentales (en blanco y negro) que suelen colarse cada 3 o 4 temitas, el vocalista es entrevistado en los lejanos ‘60. En la secuencia le preguntan si se ve a los 60 años actuando y él -con la misma naturalidad con que se sigue moviendo- responde: “por supuesto”. Bien dicen que el tiempo es el único que da y quita razones. El veterano humilla y sin la sublingual (institutos geriátricos abstenerse).
Charlie Watts es un “relojito” elegante; de infalible “pulso jazzístico”. De rostro imperturbable y sin gestos aparatosos, mueve el motor rítmico “stone” con la eficiencia de siempre…
Ronnie Woods la pasa bien con sus amigotes, en algún parlamento hace alarde de tocar la viola mejor que su compadre Richards y se manda con pasajes de “slide guitar” para dar contenido a sus comentarios.
Keith no solo juega en equipo sino que encara como “frontman” en dos canciones. Canta de sobretodo, envuelto en el espeso humo que despide su pucho e intimida… Primera impresión: Richards no firmó un pacto con el Diablo; el Diablo firmó un pacto de no agresión con Richards. En la comparación, el adorable infierno de Keith es más tentador y aterrador que cualquier otro que se nos quiera vender…
En conclusión: difícilmente alguien salga indiferente ante una experiencia cinematográfica tan intensa. El tramo final, guarda una sucesión impactante de clásicos tocados por una banda (con excepción del gentleman Watts) absolutamente extasiada. Temas que (aquí es donde el histórico logo “stone” cobra dimensiones épicas) te dejan con la lengua afuera: “Sympathy for the devil”, “Start me up”, “Brown sugar” y “Satisfaction” (¡uf!).
Un presentimiento feliz me asalta en el final: el día de mi funeral, unos “Stones” centenarios y revoltosos van a estar tocando en algún lugar del mundo y asombrando a todos… ¡Vejez, divino tesoro!

“Spider”: las telarañas del pasado

DVD: Ralph Fiennes transita la delgada línea entre cordura y locura

Por Diego Sebastián Maga
“Spider” (“Araña”) oscila entre la compleja alienación adulta y la sospechosa fabulación infantil. Cordura y locura, pasado y presente, se tensan en esta lenta y atractiva narración de un hombre que a poco de salir de un instituto psiquiátrico va en busca de las “razones cuerdas” que provocaron su encierro.
Una libretita de apuntes (escondida bajo la alfombra de su nueva habitación) guarda las pistas incompletas que lo llevan directo a su niñez. A su padre y a su madre. Una pareja agobiada y en vías de descomponerse. Este tumultuoso tránsito entre la incertidumbre y la locura, se superpone con sugestivas escenas y parlamentos de telarañas que se tejen lentamente, vidrios que se destruyen y recobran su forma ( recogiendo y uniendo las esquirlas) y rompecabezas que se arman accidentadamente y se desarman en plena desesperación e impotencia. Esta sucesión de imágenes, calza a la perfección. Nada parece forzado. Y, sutilmente, estimula al espectador a ir sacando sus propias conclusiones sobre la vida que su protagonista, Ralph Fiennes (en un rol en el que habla poco –generalmente, murmura- y expresa mucho), reconstruye penosamente. Nada más complicado, que encajar los pedazos irregulares (y viciados de tiempo y subjetividad) que nos quedan en la adultez sobre aquellos primeros años de existencia. El relato (dirigido por David Cronenberg) se desenvuelve sobre paisajes ajados; angustiantes barrios sin sol; habitaciones oscuras, ambientes casi claustrofóbicos.
El personaje central visita algunos puntos de la ciudad que lo incitan a retroceder en su mente y desanudar los enigmas que lo perturban. En esa penetrante indagación, sus padres adquieren formas diversas: ninguno parece ser quien realmente fue. Y –sobre todo- su madre, en un tramo de la búsqueda muta de conductas e –incluso- de rostro. Esto lo lleva a seguir tejiendo su infancia y a sospechar que su verdadera mamá fue asesinada por su padre y sustituida por una prostituta con quien mantenía un incendiario romance (en los papeles femeninos, gran ejercicio interpretativo de Miranda Richardson).
Aquí, cada certeza trae más inseguridades y tienta todavía más a la locura y a la muerta. El cuadro jamás se termina de componer del todo, y la cordura nunca irrumpe para siempre. Es que –como suele suceder- lo que se rompe, jamás vuelve a recuperar su forma original…

“La conspiración”: en guerra consigo mismo

Estreno en DVD: cuando el horror no se queda en el campo de batalla

Por Diego Sebastián Maga
El horror de la guerra no se queda en el campo de batalla. Cada soldado que regresa sigue batallando –de por vida- con los demonios interiores de aquel infierno. Algunos, se atrincheran y los combaten como pueden. Otros, se rinden prontamente y entregan lo poco de humanidad que no les fue arrancada.
Este relato (cuyo título original es “In the valley of elah”) avanza desde la periferia de unos hombres que luchan con ellos mismos para no dejar de ser humanos. Se interna en el “fuego cruzado” (interior) que se desata en los solados tras la vuelta casa. “La Conspiración” (de reciente edición en DVD), narra la historia de un padre desesperado (ex militar) por la ausencia de información sobre su hijo, que desaparece a poco de llegar a los Estados Unidos tras luchar en Irak. A raíz de ello, lanza una búsqueda que gana -con el tiempo- en intensidad y dramatismo. Este hombre (interpretado por el siempre eficiente Tommy Lee Jones) guía al espectador a través de un “tour desesperado y desesperante”, en el que cuando que se conoce algo más, se entiende cada vez menos. Cada pieza que se agrega al “rompecabezas” desarma las certezas sobre la naturaleza humana. Mientras el protagonista une algunas pistas e incomoda a las autoridades exigiendo respuestas, se le informa que su hijo apareció muerto en un baldío del pueblo donde funciona la base militar que servía de hospedaje al joven ex combatiente. El hallazgo del cuerpo (despedazado) libra otra lucha por la verdad; sea donde sea y con quien sea. Es cuando la narración oscila entre los horrorosos días en suelo iraquí (a través de viejas filmaciones de un celular descubierto entre sus pertenencias) y el trágico presente en un “hogar” cada vez más extraño e igual de amenazante.
Durante este intrincado viaje (basado en un hecho real) es que se cruza con una detective discriminada y vapuleada por sus colegas (todos ellos varones) que tiene todo lo que a ellos les falta: sensibilidad, voluntad, ética, astucia y sed de justicia (cueste a quien le cueste). Esta mujer (encarnada por la cada vez más cautivante Charlize Theron), se une en una investigación que arrastra a sus vidas más perplejidad y decepción que otra cosa.
Si bien el relato gira en un círculo limitado (del hotel en que se hospeda el padre, a la base militar, de ahí a la jefatura y de ahí a los clubes nocturnos que frecuentaba este chico; así, una y otra vez) el gran viaje es interior. Cada personaje (los centrales, aquellos que se oponen a investigar y los compañeros combatientes del joven) aumenta considerablemente su dimensión humana en cada diálogo, en cada mirada, en cada silencio…
La trama progresa y deja en claro que cuanto más conocemos más confusión e inseguridad nos invade. Deja en claro que cuanto más absurdas nos parecen las guerras menos hacemos para detenerlas. Deja en claro que cuanto más avanza la civilización más amenazada esta la especie.
La apertura y el final del filme (dirigido por Paul Haggis) nos remiten a la bandera del país del Norte flameando y en lo alto; solo que cambiando el “derecho” por el “revés” y la “seguridad” por el “pánico”… “¿Sabes lo que significa cuando la bandera está izada al revés?... Es una señal de emergencia internacional…Significa que estamos en graves problemas y necesitamos ayuda porque no tenemos ninguna posibilidad de salvarnos” explica el personaje de Tommy Lee en una de las primeras escenas. Una frase que -con los minutos- alcanzará proporciones mayúsculas.

“La joven vida de Juno: el oficio de ser mamá

Gran revelación del cine actual en DVD

Por Diego Sebastián Maga
Entre tantas mega producciones que sepultan bajo millones de dólares su pobreza de ideas, se cuelan cada tanto películas independientes como “La joven vida de Juno” que desafían a la industria de Hollywood y toman otras direcciones para salvar su honestidad, su creatividad, su sensibilidad y –por cierto- al cine.
“La joven vida de Juno” es una película –en principio- un tanto engañosa… Engañosa para bien. Sucede que si un se deja llevar por el colorido y dinámico panorama visual que abre la historia -muy asociado a la estética del video clip- o se por la actitud extremadamente displicente de los personajes que asoman en las primeras escenas, seguramente empiece a sospechar que se dirige inexorablemente a la clásica comedia adolescente. A una colección de lugares comunes. A una trama que se quedará en la superficie de la imagen y jamás profundizará en las conductas de los protagonistas. Debo confesar que a mí me pasó. Creí que los setenta u ochenta minutos que quedaban por delante traerían ese tipo de diálogos previsibles, en que se adivina el remate de la frase a la segunda palabra y que en su intención de ser accesibles a todos terminan por no convencer a nadie. Sin embargo, ese supuesto vacío argumental, de pronto comenzó a llenarse de climas, de cambios de dirección (imprevisibles) en el guión y de recursos interpretativos en los actores que tienen que expresar convincentemente esos vaivenes repentinos entre comedia simpática y fresca y drama reflexivo y hondo.
La protagonista es una chica rebelde y audaz de 16 años que queda embarazada sin proponérselo y ve como su situación le exige como nunca antes, tomar decisiones. Decisiones que probablemente le exijan acelerar la transición de la adolescencia a la adultez. Aunque eso está por verse…
Lo cierto es que Juno –así se llama ella- tiene por delante los 9 meses más intensos e inciertos de su “joven vida”. De aquí en más, la narración se sumerge en las primeras experiencias sexuales, en los tabúes y prejuicios que aún existen en materia de sexualidad, la pobre comunicación entre padres e hijos, los amigos que se vuelven más confiables que los papás para aconsejar (aunque no puedan evitar su desconcierto y perplejidad), la inconveniencia de saltear escalas en el proceso de madurar, el aborto, la adopción y –lo dicho- la toma de decisiones que nadie más que uno mismo puede tomar. Así es como Juno avanza hacia el conflicto que implicará el revelar ese secreto a su familia, la distancia que tomará cierta parte de su entorno, los intentos porque el despistado papá del bebé en camino –también de 16 años- entienda que esto no es un juego, la maternidad obligada, la posibilidad de abortar o la opción de dar a la criatura en adopción aunque para ello tendrá que encontrar (junto a su amiga inseparable) una “pareja ideal”… Y ese es otro punto de partida…
Lo bueno de “La joven vida de Juno” es que atraviesa estos temas complejos sin caer en moralismos baratos ni volverse solemne ni discursiva. La película atinadamente evita las lecciones de moral. En vez de juzgar, prefiere comprender y allí es donde amplifica su dimensión humana y encantadora.
“La joven vida de Juno” enfrenta esta cadena de situaciones sin perder el sentido del humor… Y –lo que es más elogiable- el tratamiento humorístico no le quita profundidad a la trama. Aquí Juno y su futuro hijo son cosa seria… Y el humor, también es cosa seria. Entre las escenas desopilantes está la confesión a sus padres con una tensión que recién viene a desvanecerse cuando su papá y su madrastra evalúan que después de todo podría haber venido con peores noticias como “ser expulsada de la secundaria o ser adicta a las drogas”. Es más, en las apuestas preliminares se jugaban a que la chica iba a confesarles que se drogaba.
Los precisos y oportunos quiebres de comicidad, generalmente, asoman cuando Juno dispara sus dardos más irónicos. Un sarcasmo que funciona como armadura para proteger su vulnerabilidad e inseguridad… Y de paso, para “deschavar” la “inmadurez” más allá de los treinta y la “madurez” más acá de los veinte. Y descubrir que tan perfectas son las parejas con fama de “perfectas” (y aspiraciones de paternidad) y que tan “imperfectas” suelen ser las personas que no viven pendientes del “qué dirán”.
La actriz que interpreta a Juno –Ellen Page- es toda una revelación y no parece exagerada la nominación al Oscar que consiguió en la pasada entrega a los Premios de la Academia. Tampoco parece un exceso que fuera nominada a “Mejor Película” y que ganara la estatuilla a “Mejor Guión Original”.
Después de todo, no viene mal que cada tanto distingan a las producciones independientes que rompen el molde, desafían a los clonados productos “hollywoodenses”, con historias que prefieren ser irreverentes antes que artificiales. Y en ambientes cinematográficos actuales, “irreverencia” equivale a comedia humana, directa, graciosa, emotiva y tierna. “La joven vida de Juno” se proyectó el fin de semana en el Museo Departamental pero si no fuiste tenés revancha en el “video club”. No esperes 9 meses para verla.

lunes, 27 de octubre de 2008

“The Office”: desopilante culto a la torpeza

En “The Office” (uno de los grandes hallazgos de la TV actual que acaba de editarse en DVD) el espectador es cómplice, víctima y verdugo de una realidad que nadie quisiera para sí. Esta incómoda “realidad” es la que vive el gerente más incapaz que pisó alguna vez una oficina: Michael Scott (un Steve Carell desopilante).
Por Diego Sebastián Maga
En la serie “The Office”, los actos fallidos del Gerente Regional Michael Scott (un Steve Carell en interpretación consagratoria) llevan el identificable estado de incomodidad a límites inimaginables. Tanto así que se produce una rápida transición de la “vergüenza propia” (del protagonista) a la “vergüenza ajena” (del espectador). Es que en su torpeza ciega, el jefe jamás llega a avergonzarse de si mismo (un poco por la incapacidad de detectar que es un incapaz y otro poco porque eso le haría perder tiempo para cometer otra brutalidad de proporciones épicas). Así pues, ante las consecuencias desastrosas de sus decisiones nos sentimos todo lo culpables que él jamás se sentirá.
Desde luego que todo fracasa de acuerdo a unos códigos tan desproporcionados que –instantáneamente- llega la carcajada como única explicación a semejante poder de destrucción de la propia reputación. Y es, precisamente, en esta distorsión de la ineptitud humana que se concentra la más absoluta energía humorística.
En cada decisión laboral que tome para caer simpático, en cada pose seductora o autoritaria que adopte para impresionar, en cada chiste que intente para aflojar tensiones, estará haciendo lo incorrecto y delatando sus condiciones naturales para la estupidez autodestructiva. Sin embargo, el es el único que no puede percibir este patético espectáculo de humillación pública.
En definitiva, el tristemente célebre Michael Scott demuestra que, si bien es posible que un genio finja ser estúpido, intentar lo contrario es imposible. Aunque la entrañable y desopilante criatura que encarna Carell ni siquiera discrimina entre genialidad y estupidez: el está convencido de que es el jefe más genial que pisó la tierra y que sus empleados lo saben y lo idolatran. Y aquí –en esta fricción entre apariencia y realidad, entre lo que se cree y lo que es- las escenas explotan en cientos de situaciones graciosísimas. Porque seamos claros, no hay nada más cómico que una persona completamente inútil, que ni siquiera sospecha su condición, y que encima supone que es lo opuesto. Suposición que se agiganta gracias a sus perversos empleados que prefieren mantenerlo desinformado de esta escandalosa torpeza para que su vida en esa oficina de “mala muerte” tenga al menos el secreto goce de este show decadente.
“The Office” fue filmada –íntegramente- dentro de las limitadas dimensiones de una oficina verdadera. Una locación que no fue elegida caprichosamente. En principio (y el título en inglés lo expresa cabalmente), la acción transcurre en un ambiente administrativo superpoblado de escritorios. En segundo término, ese microclima favorece el audaz concepto visual que se ofrece. Ocurre que la trama no avanza de acuerdo a las coordenadas de una tira de ficción convencional; aquí, el lugar está intervenido por cámaras que supuestamente filman un documental. Es decir, los oficinistas interactúan con los lentes que los siguen constantemente –en cada una de sus jornadas laborales- en una especie de “reality” que filma la intimidad de la empresa. Desde luego, esto suele alterar sus personalidades según descubran que son filmados o no. Otro aditivo para una producción que retrata los romances solapados, deslealtades y bromas pesadas de unos oficinistas que viven entre la resignación, la apatía, la insatisfacción, la rutina agobiante y cuatro paredes.
La primera temporada televisiva de “The Office” (que consta de seis episodios) acaba de ser editada en DVD. Estos capítulos (de 20 minutos cada uno) fueron estrenados en la tele de Estados Unidos por la cadena “NBC”. Esta versión se basa en la serial original que es británica. El encargado de la adaptación estadounidense es Greg Daniels, un guionista que aportó sus textos humorísticos a otros ciclos de culto como “Los Simpson” y “Saturday Night Live”.
“The Office” contradice abiertamente a quienes repiten que en televisión está todo inventado. Con sus desbordes de comicidad, “The Office” prueba que –con ingenio- una “gran comedia” cabe perfectamente en una oficinita de “morondanga”.

miércoles, 4 de julio de 2007

Volver al tiempo perdido pero sin perder el tiempo

Excusa de vacaciones: como ser un adulto y divertirse sin complejos

Para los grandes, las vacaciones de julio tienen el poder –siempre y cuando uno lo quiera- de suspender por algunas horas la adultez. Tal suspensión, nos devuelve, por un rato, a esos tiempos perdidos y sin sentir que estamos perdiendo el tiempo.

Por Diego Sebastián Maga
Para los chicos, es el instante justo para descubrir que ese grandote indiferente y obsesionado por su trabajo que tienen ahí, no siempre fue un papá aburrido y rezongón sino que alguna vez fue un niño divertido y sin miedo a jugar su juego. Ese mismo que se juega por naturaleza y en el que perder, ganar o empatar no implica dejar de probar sino todo lo contrario: es la excusa para volver a empezar. Es el estimulo perfecto para seguir jugando. Claro, los años pasan y uno termina agobiado por las reglas (las reales y las que se inventa) y ve como se extingue esa tendencia a divertirse por la diversión misma. Es más, suele pasar que de grande uno carga con sentimiento de culpa o cierto pudor en caso que alguien de la familia –menor o mayor- nos pesque vichando “La Pantera Rosa”. Es que, convengamos, de grandecitos tenemos la tendencia a asociar diversión con irresponsabilidad. Es como si el disfrute, después de determinada edad, fuese incompatible con todo lo que hacemos. Y la verdad, ese ideal de vida es una porquería.
Por tanto, ya que no sabemos bien donde extraviamos la adolescencia, ni mucho menos cuándo se interrumpió nuestra niñez, no está mal reservarse en julio este modesto derecho al recreo. Para volver, por un rato, a esos tiempos perdidos pero sin sentir que estamos perdiendo el tiempo. Así que, ahora que llegó el pretexto anual para llevar a tu hijo, sobrino, nieto o hermano a ver “Shrek”, “Transformers” o “Los 4 Fantásticos y Silver Surfer”, dejá de sentirte observado y salí corriendo atrás de los gurices para que no se te escape otra oportunidad de ponerte al día con el entretenimiento. Dale, no hay nada que temer, no te sientas un “boludito” acomplejado; sobre todo, porque la patota de padres, tíos o abuelos que pasan por el cine en vacaciones están en la misma que vos y –en esa guardería de niños grandes- no te vas a sentir solo ni culposo. Es decir, te vas a relajar y, como los nenes, vas a reírte sin miedo a que alguien te cobre impuesto a la alegría.

Transformers
Ese “niño grande” que es Steven Spielberg vuelve con sus travesuras cinematográficas y a meterse (como productor) con universos que maneja a la perfección: el infantil y el adolescente. En “Transformers” lleva al cine uno de los dibujos animados más populares de la década del ochenta. Una serie de automóviles de última generación tan especiales como para convertirse en robots, muchos de esos nadita buenos, cuyo poder de destrucción equivale a su tremendo tamaño.
“Transformers” va en Cine Rabbit del miércoles 4 al jueves 5 en doble función: 19:45 y 22:00 horas.

Shrek Tercero
En esta tercera película, “Shrek” ya está casado con “Fiona”. Si bien lo último que imaginó es que podría convertirse en el futuro monarca, la muerte de su suegro, el “Rey Harold”, lo pone inesperadamente debajo de la corona. Y algo peor: si “Shrek” (con la valiosa ayuda de “Asno” y del “Gato con Botas”) no encuentra rápidamente un aspirante adecuado para el “Reino de Muy Muy Lejano”, el ogro más popular del cine tendrá que sentarse en el trono definitivamente.
“Shrek Tercero” se estrena en Sala Rabbit el viernes 6 y va hasta el domingo 8 en séxtuple función: 13:30, 15:00, 16:30, 18:00, 19:30 y 21:00 horas.

Los 4 fantásticos
Quien alguna vez canjeó revistas en el viejo salón de “Florio” (unos veinte años atrás), seguramente tiene muy presentes a estos muchachos. En la segunda entrega para la pantalla grande, es el caos y la destrucción provocados por la irrupción en la tierra de un enigmático personaje llamado “Silver Surfer”, lo que vuelve a poner activo al cuarteto de superhéroes. Cuatro astronautas que, en el origen de la historia, adoptaron tales poderes cuando su misión espacial fue embestida por una furiosa tormenta, que los expone a turbulentas nubes de radiación cósmica y que termina por alterar su ADN y sus vidas para siempre.
“Los 4 fantásticos y Silver Surfer” va en Cine Rabbit del miércoles 11 al viernes 13 en seis funciones diarias: 13:30, 15:00, 16:30, 18:00, 19:30 y 21:00 horas.

Harry Potter
En tanto se contiene la ansiedad por el séptimo libro que develará el final de la saga del pendex hechicero más famoso del mundo, llega el antepenúltimo de los capítulos producidos (o reproducidos) para el cine. “Harry Potter y la Orden del Fénix” es la adaptación de la quinta entrega de la saga creada por la escritora J.K. Rowling.
“Harry” protagonizará el estreno posterior a las vacaciones julianas y va del 20 a 26 de este mes.

sábado, 16 de junio de 2007

Si te he visto no me acuerdo pero...

Dejà vu: una historia que va del policial a la ciencia ficción sin perder el equilibrio

Todo el mundo (o casi) experimentó alguna vez esa sensación de conocer a alguien nuevo pero sentir que se lo conoce de antes (o de toda la vida). Un conocido desconocido, digamos. O llegar a un sitio determinado –en el que teóricamente nunca estuvimos- que nos parece extremada (y asombrosamente) familiar.

Por Diego Sebastián Maga
Una especie de: “si te he visto no me acuerdo pero...” Este fenómeno (para algunos de origen mental y para otros más bien paranormal) es definido como “dejà vu” (término francés cuyo significado es “ya visto”) y es el título y génesis de la trama del DVD que recomendamos a continuación.
Con los citados elementos, que oscilan entre lo psíquico y la fantasía, es que se dispara esta historia que nos empuja al espacio incierto y difuso de una experiencia que desafía la razón y estimula a preguntarnos: ¿qué sucedería si en verdad estas sensaciones fueran advertencias o pistas enviadas desde el pasado o el futuro para intentar alterar el destino de nuestras vidas?
En esta línea inquietante es que una potente sensación de “dejà vu” comienza a perseguir a un agente de apellido Carlin (interpretado por Denzel Washington) quien pasa a experimentar los efectos perturbadores de lo que vive.
Sobresaltos que lo atraviesan luego de que una cadena de eventos sugerentes, se filtren en su vida como piezas desordenadas de un rompecabezas que está exigido a armar (casi al límite mental y temporal). Pese al la extraña impresión inicial, estos fragmentos históricos –en principio incongruentes- irán calzando el uno con el otro y lo guiarán en la investigación de un brutal atentado que ocurre (con imágenes alucinantes) en los primeros cinco minutos de la película: un ferry estalla en mil pedazos (como su tripulación) en la bahía de Nueva Orleáns. Aquí se lanza una carrera entre la supervivencia y el desastre, que conduce a Carlin a descubrir que en realidad lo que para mucha gente es solo producto de su imaginación o de una alucinación trasnochada, es algo mucho más poderoso y real de lo que creemos.
“Dejà vu” puede definirse perfectamente como una quirúrgica combinación entre la serie CSI y el filme “Sentencia previa” (cuyo título original es “Minority Report” y fuera protagonizado por Tom Cruise y dirigido por Spielberg). Al menos me dejó, esa impresión.
La primera hora de “Dejà vu” avanza como un típico policial, sobre un crimen que se procura resolver, y de pronto viene un vuelco imprevisto que convierte lo que viene en una expresión propia del género fantástico. De allí en más, la aventura se plantea como un viaje en el tiempo. Con la irrupción sutil de la ciencia ficción (con la teoría de “los agujeros de gusano” y la abolición del “espacio – tiempo”, incluidas), la intensidad, el suspenso y un dramatismo en ascenso gradual. Con acción sin excesos y en envíos exactos. La tensión puesta donde tiene que ir y explosiones que se producen como resolución de alguna secuencia y no como relleno ante un vacío argumental. Visualmente, hay instantes impactantes. Se producen persecuciones de autos muy enérgicas (una de ellas se debate entre el pasado y el presente). Y, si bien el tema que se trata es complejo, el relato no se vuelve ni confuso ni simplista. Manteniendo el equilibrio y la fluidez en la narración.
El final, dentro de toda la vorágine, cierra bien (con una tenue dosis de humor) y sin que se perciba nada agarrado de los pelos.
Más allá de que no es el último gran descubrimiento en materia de “ciencia ficción”, la película está más que correcta y es altamente recomendable para pasar el fin de semana.
Por más datos, el productor de “Dejà vu” es Jerry Bruckheimer (el mismo de la trilogía de “Piratas del Caribe) y el director es John Scott (el mismo del thriller “Enemigo Público”). Ah, y dentro del elenco se destaca también Val Kilmer.
Sí la ven, seguramente les va a perecer que ya la vieron. Un “dejà vu” que se produce cuando un periodista como yo tiene una torpeza tal para escribir la crítica de una película que te la cuenta casi entera.